
La escuela que resistió en plena zona de guerra
Frente a la guerra, la comunidad de la escuela primaria Beati Akor demostró una fuerza extraordinaria al intentar hacer posible lo imposible: mantener un espacio para el aprendizaje en medio de uno de los conflictos más mortales del siglo XXI.
Conocimos a Tsegay Mehari, director del colegio, por primera vez en 2019. En aquel entonces, su escuela era un orgullo para toda la comunidad y su despacho estaba decorado con medallas y trofeos que celebraban los logros de sus alumnos.
Nadie podía imaginar lo que vendría después.
Primero llegó el cese de las clases causado por la pandemia de la Covid-19, y poco después, dos años de una brutal guerra civil entre noviembre de 2020 y noviembre de 2022. Ahora, se enfrentan a un nuevo desafío: una devastadora sequía.
Nadie culparía a Tsegay si hubiera pensado en rendirse. Pero nunca lo hizo.
En esta entrevista, Tsegay explica cómo la escuela y su comunidad perseveraron en los momentos más oscuros para seguir haciendo lo correcto por sus alumnos, y describe el papel de Mary’s Meals en ayudarles a tener nuevamente esperanza en un futuro mejor.
Antes de la guerra
“Antes de la guerra, la escuela primaria Beati Akor era una referencia de excelencia para toda la región. Teníamos un alto rendimiento y servíamos de modelo para otras escuelas. Pero durante el conflicto, la escuela sufrió grandes daños y muchos estudiantes dejaron de asistir a clase. Antes del conflicto teníamos 730 alumnos; durante la guerra, el número se redujo a 261.
"Me sentí muy triste al ver la escuela cerrada. Nuestros alumnos pasaban el tiempo fuera de clase y se habían acostumbrado a ver armas. Era muy duro presenciar eso. Uno desea ver a los niños jugando en el patio, llevando sus materiales escolares, y a los profesores preparando sus lecciones, pero su actitud y su rutina cambiaron por completo... Me sentía profundamente apenado.”

Mantener la escuela a salvo
Se calcula que 600.000 personas perdieron la vida durante la guerra civil en Tigray. Fue un conflicto verdaderamente devastador que obligó a millones de personas a huir de sus hogares en busca de seguridad.
En la escuela primaria Beati Akor, los profesores y miembros de la comunidad —en medio de una violencia generalizada y arriesgando sus propias vidas— tomaron una decisión valiente: regresar a la escuela. De manera casi increíble, consiguieron mantenerla abierta.
A petición de los maestros, muchas personas hicieron todo lo posible por proteger la escuela y salvar los materiales escolares de posibles daños. Algunos incluso se acercaron a los soldados y les suplicaron que “mantuvieran la escuela en funcionamiento”. Aunque el edificio no se libró de los efectos físicos de la guerra, en la medida de lo posible, el aprendizaje de los niños pudo continuar.
Como explica Tsegay: “Mientras el conflicto seguía activo en Tigray, los profesores se sintieron motivados para volver. Enseñaron más de un año sin recibir salario.
Aún no hemos recuperado todo. Los soldados usaron la escuela como campamento durante parte de la guerra. La puerta principal está rota, ya no tenemos puerta, y las ventanas de la biblioteca fueron destruidas por las bombas. Además, nuestros alumnos ya no aprenden al nivel correspondiente a su edad, porque se perdieron varios años de clases. Incluso mentalmente, están afectados. Tienen traumas. Han presenciado muchas escenas de guerra, y su rendimiento académico ya no es el mismo de antes.
La guerra causó grandes daños a la escuela, pero la comunidad escolar ha comenzado a reconstruirse. Antes recibíamos muchos reconocimientos de distintos gobiernos y ONG, y ahora estamos intentando volver a alcanzar ese buen rendimiento.”

El impacto de las comidas escolares
Los profesores hicieron todo lo posible para animar a los niños a volver al colegio, pero la guerra y los altísimos niveles de hambre hicieron que muchos no volvieran. Algunos niños trabajaban, otros pedían en las calles, y otros se marcharon con sus familias en busca de un nuevo comienzo.
Tsegay está convencido de que la reanudación del programa de comidas escolares, una vez finalizada la guerra, fue el factor decisivo que logró que los alumnos volvieran a las aulas en gran número.
“Durante el conflicto, el programa de alimentación también se detuvo. Ahora que ha vuelto a ponerse en marcha, el número de estudiantes ha aumentado enormemente. Hoy tenemos más de 1.000 alumnos, y todos han regresado gracias al programa de comidas escolares.
Es evidente que este programa tiene un gran impacto en la matriculación, pero también en el rendimiento académico. Nuestra esperanza es que esta escuela se convierta en un modelo, no solo para nuestro país, sino a nivel internacional. Una escuela ejemplar, de alto rendimiento.
Haremos todo lo posible por lograrlo.
El programa de comidas también beneficia a toda la comunidad. Aquí hay una gran necesidad, y el hecho de que los niños reciban alimento en el colegio es una ayuda inmensa para las familias.
En Tigray, el nivel de hambre es hoy muy alto. Hay muchísimas personas desplazadas dentro del país. La sequía está afectando gravemente a la región. Primero fue el coronavirus, luego la guerra, y después la sequía. Tigray ha sufrido muchísimo. La comunidad necesita ayuda.”
Solo cuesta 22 € alimentar a un niño con Mary's Meals en su lugar de educación durante todo un curso escolar.